La circunstancia auspiciosa de haber tenido Barquisimeto entre 1884 y 1902, un plantel universitario como núcleo primigenio de la enseñanza superior, merece formular previas consideraciones de este hecho precursor, para comprender con diafanidad, la proyección y trascendencia de la UCLA, que a lo largo de tres décadas de tesonera actividad sistemática y contínua, ha elevado su jerarquía académica y su misión institucional al servicio de las mejores causas del país y del ámbito polarizado en la región.
España trasplantó a sus dominios de ultramar, el modelo universitario salmantino establecido en la península. En su etapa inicial, era una universidad tradicional y dogmática, copiada con todos los vicios y defectos del sistema de donde procedía, lo que significa alianza entre el poder y el dogma, siendo por lo tanto, la cerrada conjunción de los dos poderes preeminentes de la época : la potestad temporal y la potestad espiritual.
Este primer modelo universitario, no supo adaptarse a las nuevas condiciones y exigencias originadas por la gesta emancipadora, aún cuando sí se convirtió en el foco cultura¡ donde recibieron su formación intelectual los letrados y los dirigentes políticos que llevaron a cabo la heroica hazaña de separarnos de la dominación española y definir y trazar las nuevas instituciones republicanas, más interpretativas de la realidad y de nuestra evolución social.
Un testimonio relevante se impone señalar a la constitución y desarrollo de la Universidad, está muy vinculada la inmensa obra civilizadora de la Cátedra, Romana. Con afectiva dedicación y entusiasmo realizador los Sumos Pontífices, dispusieron apoyo y protección de la naciente institución de la cultura superior. Goza de unánime reconocimiento y de efusivo encomio, la trascendental decisión de su Santidad Gregorio IX, quien en el año de 1231 de nuestra era, con elevada visión y afirmativo criterio, en su famosa Bula PARENS CIENTIARUM, delineó afortunadamente los principios de la original concepción de autonomía académica, con lo cual adquirió impulso inusitado la enseñanza universitaria, Pues cobraba con esa liberalidad papal, amplios horizontes la libertad de cátedra la expresión de las ideas y el libre examen de los conocimientos.
La autonomía académica consagrada en la Bula PARENS CIENTIARUM, establecía un fuero privilegiado para la universidad, que alcanzaba el carácter de institución sustraída de la dependencia de la iglesia y de la dominación de los señores feudales. Con tan señalada prerrogativa estaba investida la universidad, en una época en que no existía la estructura del Estado Nacional, que logra su exacta consolidación al advenir el proceso del Renacimiento. Después de éste adquiere sus órganos específicos y se convierte en personificación jurídica de la sociedad. En estas circunstancias aparecen otros principios que definen el ámbito y el ejercicio de la autonomía académica, atemperada por el marco legal de la compleja estructura administrativa y la metodología de planificación adoptadas por los países modernos.
Por Real Cédula de fecha 22 de diciembre de 1721, Felípe Y otorgaba facultad para que el Real Colegio Seminario de Santa Rosa De Lima que funcionaba en Caracas, pudiera conceder y erigirse en Universidad,en la misma conformidad y con iguales circunstancias y perrogativas que la de Santo Domingo 'y con el título de Real como lo tiene dicha universidad. El 18 de octubre de 1722, su Santidad Inocencio XIII, expidió el BREVE, que le daba a! plantel categoría de carácter pontificio. En razón de lo cual y por decisión de las dos potestades, nació para la vida legal y de la cultura, la Ilustre Universidad de Caracas, denominada hoy Central de Venezuela.
Así se erigió la primera universidad venezolana, en cabal acatamiento a las formalidades establecidas y como una preeminente concesión a las reiteradas súplicas de¡ Obispo de Caracas y de Venezuela, Monseñor doctor Juan José Escalona y Calatayud y de¡ Gobernador de la Provincia, en solíticas e incesantes gestiones ante el lejano monarca. Una vez más vemos realzada con éxito la obra civilizadora de la iglesia Mater et Magistra y su permanente empeño en la promoción de la ciencia y la cultura. Basta con señalar el suceso descollante, que de las cincuenta y dos universidades que existían en el mundo europeo para la época de¡ descubrimiento, veintinueve habían sido fundadas por los papas y diez más, en acuerdo con Emperadores y Príncipes. En lo que respecta a la América Hispana, todas las universidades coloniales, como ocurrió con la de Caracas, surgieron a la vida académica, gracias a las decisivas gestiones y constante patrocinio de la Cátedra Romana.
Simón Bolívar el Libertador, fue el primero en comprender la trascendencia de la educación, en esa otra incomparable hazaña de la emancipación de la mente. Por eso recomendó con ahínco su fomento y protección en el conceptuoso y vibrante Mensaje al Congreso de Angostura, y ponía de relieve la influencia fundamental de la educación popular, que debe ser, conforme a su exhortación: "el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso". Por decreto del 6 de agosto de 1821, abolió los Conventos de Religiosos, destinando sus bienes a la fundación de centros de enseñanzas. Buscaban los efectos de este decreto dotar de rentas propias a las universidades y colegios y disminuir su dependencia económica del Ejecutivo.
Con admirable precisión entendía el Libertador que sin autarquía no puede funcionar adecuadamente la autonomía de un instituto educativo. En esto estriba uno de los aspectos mas avanzados y constructivos de su concepción universitaria. Ni la reforma de Córdoba, que en el más encendido tono romántico se proponía romper la última cadena que ataba la universidad a la antigua dominación monárquica y monástico, antevió con tanta claridad esta previsión sagaz del genial estadista de la libertad, al señalar que el sistema autonómico, sólo puede desarrollarse cabalmente sobre la base de sustentación de un suficiente régimen de autarquía que le asegure satisfactoria independencia.